Es esta una de las ciudades europeas más famosas, su solo nombre nos evoca imágenes, llama nuestra atención de inmediato. Ciudad con una enorme personalidad y que ha sido importante protagonista de la historia.
Vamos a recorrer sus bellas calles y admirar algunos de sus monumentos.
Pero antes, parémonos a entender sus orígenes y sus actuales días.
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DIEZ SITIOS QUE NO TE PUEDES PERDER EN PARÍS
Si llegas a la capital francesa no habrá muchas dudas sobre los lugares que tendrás que ver.
Y no solo son diez. Pero nosotros realizaremos esta lista vital, sitios indispensables y que en toda guía turística destacarán en mayúsculas.
Comencemos.
Torre Eiffel
El emblema nacional francés, primera y hegemónica imagen que supera a cualquier otra. Esa alta torre de metal, sobria y elegante, vigilante de la bella París.
Es el edificio más alto de la ciudad y, durante más de 40 años lo fue del mundo; superado ligeramente en el año 1930 por el Chrysler Building de Nueva York.
Diseñada por los ingenieros Maurice Koechlin y Émile Nouguier, el arquitecto Stephen Sauvestre y realizada al fin por el ingeniero Alexandre Gustave Eiffel; del cual acabará dándosele el nombre. Aunque el original fue el de Tour de 300 Mètres, la Torre de 300 Metros.
A muchos sorprende que fuese ideada como soberbia puerta de entrada para Exposición Universal de París de 1889. Una obra que mostraba los avances industriales y técnicos de su época. Hablamos del gran momento álgido de la Revolución Industrial, época de avances imposibles tiempo atrás y que hizo soñar con el futuro que aguardaba a la humanidad.
Sus 324 metros de hierro pudelado, similar al empleado para el esqueleto de la Estatua de la Libertad, no fueron del agrado de todos. Un gran número de artistas franceses enviaron una incendiaria carta al comisario de la Exposición Universal declarando su profundo disgusto por la torre.
Cuando los extranjeros vengan a visitar nuestra Exposición, exclamarán asombrados: “¡Cómo! ¿Es este el horror que los franceses han encontrado para darnos una idea de su gusto tan halagado?”
Decía entre otras muchas críticas la carta.
Qué pensarían aquellos artistas si les dijesen que hoy día la Torre Eiffel es el monumento con entrada más visitado del mundo.
Pero ya desde el momento en que los primeros curiosos llegaron a aquella Exposición, todos aplaudieron aquella poderosa construcción. Una muestra inequívoca del prometedor mañana que aguardaba a todos. La torre representaba eso mismo, un amanecer.
Situada en el mismo corazón parisino, aumenta aún más su altura su posición en los ajardinados Campos de Marte, junto al Siena.
Ya en el pasado se empleó como antena de telecomunicaciones con fines militares, hoy ese uso se ha trasladado a las radios civiles.
Resta decir que desde su atalaya se disfrutan las mejores vistas de la ciudad.
Contemplar la Torre Eiffel conjuga una experiencia completa. La humildad del hombre ante su obra, solidez y ligereza, así como una continuidad desde aquellos monolitos prehistóricos, aquellos obeliscos egipcios y al fin esta estructura que acaricia los cielos.
Arco del Triunfo
Napoleón dijo a sus hombres tras la victoria de Austerlitz: Volveréis a casa bajo arcos triunfales.
Hacia referencia a aquellas orgullosas construcciones romanas, alzadas tras sus victorias militares en honor de sus emperadores y valientes soldados. Y el emperador francés no lo dijo tan solo metafóricamente. Aunque, paradógicamente, jamás lo vio acabado. Cuando el cuerpo del emperador fue trasladado a Les Invalides fue llevado por debajo del Arco del Triunfo, como enorme muestra de respeto.
Ubicado en la antigua Place de l´Étoile, dedicada ahora a Charles de Gaulle, una de las figuras fundamentales de la historia moderna francesa y europea.
Inspirado en el Arco de Tito en Roma, es un homenaje a los militares franceses. Los nombres de revolucionarios y generales están inscritos en él. Junto al arco se encuentra la Tumba al Soldado Desconocido, dedicada a una anónima baja de la Primera Guerra Mundial.
El interior del arco es un museo, en el que se explica su historia y se dan datos curiosos sobre el mismo. También es posible ascender hasta su cúspide, de 50 metros, que permite unas bellas panorámicas, ya que ante nosotros se extienden los Campos Elíseos parisinos.
Seguramente se trate del arco triunfal más famoso del mundo y es uno de los monumentos más visitados de París. No solo es una obra bella, también lo es histórica, una de esas piezas que forman parte única de la ciudad y la nación francesa.
Una de las construcciones más queridas por los parisinos. Aunque no sea su único arco.
Napoleón también mandó alzarse el Arco del Triunfo de Carrusel, junto al Louvre. Y más moderno el Arco de la Defensa, en el distrito parisino de La Défense. Los tres se encuentran alineados.
Su visita es obligada para quien desee conocer la Ciudad de la Luz, porque es ventana a su glorioso pasado, que la construyó y forjó su espíritu.
Campos Elíseos
Y partiendo desde el Arco del Triunfo podremos comenzar a recorrer los famosos Campos Elíseos de París.
Su nombre proviene de la mitología griega. Era un lugar paradisíaco, premio para los virtuosos que se ganaban el acceso.
Para los griegos no todo el mundo tenía derecho a merecer una plácida vida eterna al otro lado. Solo aquellos que en vida merecían dichos honores tenían permiso, el resto, aquellos meros mortales que no habían logrado nada, simplemente eran olvidados en los mundos inferiores del Hades.
Esta enorme avenida es la vía más famosa de la ciudad, una fórmula arquitectónica urbana que en su momento revolucionó el modo de vivir las ciudades. Y es que su extensión, de casi 2 km, alarga el horizonte urbano, estilizando su conjunto.
El paseo nos mueve por elegantes tiendas y cafés, disfrutando de un espacio abierto y acompañado de árboles en todo su paralelo.
Conforme nos acercamos a su desenlace partiendo del Arco del Triunfo, el Jardín de las Tullerías, iremos encontrando edificios dignos de ser contemplados. Hermosos palacios como el Palais de la Découverte, el Palacio del Descubrimiento; o como el Pequeño y el Gran Palacio.
Llegaremos así a la Plaza de la Concordia, donde en el convulso pasado francés se realizaron las ejecuciones de aquel oscuro periodo post-revolucionario. En dicha plaza se alza el solemne Obelisco de Ramses III, monumento egipcio original regalo de dicho país a Francia.
Más allá nos aguardan los Jardines de las Tullerías, primer parque público de París, y lugar que se disfruta sin quererlo. Tras el que nos esperará el indispensable Musée du Louvre.
Así, los Campos Elíseos, nos ofrecen una zona de compras, de terraceo, una bella ruta y parte obligada de la experiencia parisina.
El Louvre
Paseando por el Jardín de las Tullerías, alcanzamos el Louvre, uno de los museos más famosos del mundo.
Su apertura en 1793 dio paso a los museos como los conocemos, llevando las colecciones privadas de las clases altas a galerías de propiedad pública a las que tendría acceso la población.
Especializado en arte anterior al impresionismo, posee una de las mayores colecciones de pintura, escultura y arqueología más importantes del mundo.
El mismo edificio es en sí una obra de arte. Sus orígenes se remontan al s. XII, como un castillo de la ciudad parisina. Las sucesivas ampliaciones lo convirtieron en palacio real y durante el mandato de Carlos V en el s. XIV, el monarca comenzó a acumular en él una gran cantidad de obras artísticas.
La Revolución Francesa y su desamortización, así como el esfuerzo durante los tiempos napoleónicos, ampliaron en gran medida las colecciones.
Desde el Bosco y su Nave de los Locos, pasando por las obras de Leonardo da Vinci tan famosas como la Gioconda o la Virgen de las Rocas, de Goya, hasta Delacroix.
Sin olvidar mencionar su colección arqueológica. En el Louvre se conserva el famoso Código de Hammurabi, la Venus de Milo o El Escriba Sentado, una talla egipcia del mitad del segundo milenio antes de Cristo.
La visita a este enorme museo es un motivo para viajar a París. Por el precio de la entrada tendrás acceso a todas sus exposiciones. Con una media de más de 8mill de personas recorren sus magníficos pasillos al año, se convierte en el museo más visitado del mundo.
Es importante destacar que todos los carteles están en francés, aunque es posible contratar guías en varios idiomas. De todos modos, la opción de simplemente visitarlo libremente es la más recurrida.
Quizá porque sus obras están tan por encima del tiempo que no requieren explicación.
Museo Orsay
Proponiendo museos podríamos escribir un libro entero, en París hay más de 150 y todos son igualmente recomendables. Pero tras nombrar a la joya de la corona, el Louvre, destacaremos el de Orsay.
Y no tendrás que ir muy lejos, pues se encuentra en la rivera sur del Sena, justo al otro lado del Louvre y las Tullerías.
Emplazado en un magnífico edificio del s XIX, edificado como estación de tren para la Exposición Universal. Guarda en su interior una de las mejores colecciones de arte del s.XIX y principicios del s.XX.
Contiene la mayor exposción de pintura impresionista y postimpresionista del mundo. Obras de Van Gogh, de Monet, Renoir, Matisse, Gauguin, Delacroix, Degas, Manet o Sorolla. Más de 5000 piezas. Pero también una excelente colección de esculturas y fotografía.
Orsay se entiende como una continuación cronológica de las colecciones del Louvre.
Es una visita fundamental para comprender la evolución artística de finales del s. XIX y cómo esta influenció a las posteriores.
Catedral de Notre Dame
Y dejamos los museos para acercarnos a otro de esos lugares parisinos que se han ganado un puesto protagonista, que se han erigido como emblemas y representantes de la ciudad. Arte y espiritualidad unida.
Como su nombre indica, Catedral de Nuestra Señora, está dedicada a la Vírgen María.
Erigida en la Île de la Cité, en el mismo Sena, sobre posiblemente los antiguos restos de un templo pagano de Isis de tiempos célticos. Posteriormente los romanos también mantendrían el lugar como sacro.
La primera iglesia cristiana aparece en el s.VI de mano de los Merovingios, siendo reconstruida durante el s,XII para transformarla en catedral. Se convertía en la primera iglesia de París.
Partiendo del ejemplo de la Basílica de Saint-Denis, próxima a París, Notre Dame sigue el patrón del gótico y es uno de sus mejores exponentes.
Su construcción se alargó hasta el s. XIV, aunque durante el proceso fue utilizada con regularidad. De todos modos, a lo largo del tiempo fue modificada, principalmente en sus vidrieras; con elementos barrocos.
La Revolución Francesa trajo consigo la destrucción y robo de parte de sus tesoros, reutilizando el espacio de la catedral como simple almacén. Pero Napoleón volverá a entenderla como un lugar de importancia y opta por ser coronado emperador en ella. A partir de entonces recupera el prestigio y afecto local, siendo restaurada durante el s,XIX.
Los peligros no desaparecían para la catedral, pues durante la Comuna de París se desató un incendio en ella. Que por suerte, logró detenerse antes de que se extendiese tanto como para causarle daños fatales. Gracias a nuevas restauraciones, llegó a nuestros días, convirtiéndose en uno de los sitios más visitados de la ciudad.
Famosa por sus misteriosas gárgolas, rodeada de leyendas, con un místico atractivo que resalta a simple vista.
Como dato curioso señalar que el km 0 de Francia se encuentra justo en frente a la catedral, una placa en el suelo lo señala.
Sainte Chapelle
Pero no dejaremos la Île de la Cité aún, caminaremos un poco hacia otra iglesia que es necesario contemplar.
Enorme representante del gótico francés, fue erigida en el s.XIII, con la intención de guardar en ella las reliquias sagradas que el rey Luis IX recibió del último emperador latino de Bizancio, Balduino II.
Perteneciente a la última etapa del gótico, llamada radiante, se sustituyeron las paredes por enormes vidrieras que permitían la entrada de luz. Lo cual otorga una belleza al conjunto desde su interior que somete.
Dividida en dos capillas. Siendo la inferior la creada para las clases bajas y la superior para la nobleza.
El paseo por la primera nos muestra un recinto hermoso, pero es el acceso a la planta superior que nos abre a un mundo de luz colorida y altos techos.
Como apunte, señalar que esta iglesia se encontraba fuera de la jurisdicción del obispado, teniendo relación directa con la Santa Sede. Esto es por una potestad de la monarquía francesa y por el hecho de que Sainte Chapelle se encuentra en el Palacio de la Cité, que era la residencia de los reyes.
Si te has acercado a ver Notre Dame, reclamado por su fama, no dejes de acercarte a Sainte Chapelle.
Barrio Latino
Yendo hacia el sur desde la Île de la Cité, podremos acercarnos al Quartier Latin. Este barrio se caracterizaba en el pasado por lo mismo que hoy día, por ser prominentemente joven.
Su nombre le viene precisamente por los jóvenes estudiantes, en tiempos medievales, que hablaban latín.
La Sorbona, una de las universidades más antiguas del mundo, se encuentra allí. Así como las Grandes Écoles, Grandes Escuelas, centros de estudios de educación superior de gran prestigio. Es por esto que el barrio siempre se ha caracterizado por su dinamismo, por su oferta cultural innovadora y por sus agradables cafeterías.
Varios emplazamientos y monumentos llamarán tu atención allí.
El Panteón, por ejemplo, de estilo neoclásico; o el soberbio Palacio de Luxemburgo ante los afamados jardines del mismo nombre, sede del Senado francés. Así como también la Iglesia de Saint Sulpice y sus frescos realizados por Delacroix.
O la misma Sorbona, de donde salieron mentes tan fundamentales como Pierre y Marie Curie, Víctor Hugo o René Descartes.
En el Barrio Latino se encuentra además la conocida como calle más estrecha de París, la rue du chat qui pêche. Literalmente significa la calle del gato que pesca y su nombre le viene de una curiosa historia.
Dicen que en aquella calle vivía un alquimista y que este poseía un gato negro. Dicho gato era visto a menudo atrapando peces en el Sena, con gran facilidad. La gente solía hablar de ello, porque resultaba sospechoso y obra del diablo. Unos jóvenes vieron al gato y decidieron acabar con él, así que lo atraparon y lo ahogaron en el río.En ese momento el hechicero desapareció y no se supo más de él. Decían entonces que fue porque gato y mago estaban unidos, siendo el mismo ser.Pero tiempo después, aquel hechicero reapareció sin más. Y pronto volvió a verse a su gato negro pescando en el Sena.
París y sus misterios.
Mouling Rouge
Nos acercamos ahora a este cabaret que popularizó el cine con aquel famoso musical, protagonizado por Nicole Kidma y Ewan McGregor. Aunque no fue la única, hasta nueve películas se han titulado con su nombre.
Abrió sus puertas en 1889, de la mano del español Josep Oller, uno de los promotores de aquella Belle Epoque francesa.
Debemos desplazarnos al norte de París, al Boulevard Clichy en su plaza Blanche. Una vez lo encontremos, no habrá forma alguna de confundirse, pues su fachada roja destaca entre edificios blancos, sin olvidar ese molino de viento que tanto lo caracteriza.
Fue el centro de la vida bohemia que rodeó el impresionismo francés. Allí acudían los artistas del momento, mientras llovían críticas desde los lugares más conservadores tachándolo de “antro diabólico”.
El famoso baile del cancán nació allí, así como el striptease.
Su espacio es limitado, como se plantearon los cabaret, acercando al cliente el escenario. Y quizá sea eso que crea una atmósfera tan única, en cierto modo íntima, y que lo distingue tanto de teatros y otros espacios.
Sobrevivió a dos guerras mundiales y a tantos y tantos que quisieron clausurarlo. Figuras de la talla de Ella Fitzgerald, Liza Minelli, Dean Martin o Fran Sinatra, han actuado en él.
Hoy, con 129 años recorridos, sigue ofreciendo sus espectáculos a quien guste disfrutarlos.
El local oferta menú de cena, si se desea, con una amplia oferta gastronómica que incluye platos vegetarianos. Para posteriormente traer la magia al escenario, disponiendo champán a sus clientes.
Ya solo por fotografiar su reconocible entrada, son muchísimos los visitantes que se aproximan.
Disneyland
Si la capital francesa ya tenía cientos de motivos para atraer turistas, la decisión de situar allí el inmenso parque temático de Disney en Europa, multiplicó la cifra.
No se encuentra exactamente en París, sino junto a la misma, en la ciudad planificada Marne-la-Vallée
Como dato curioso decir que España y Francia pugnaron duramente por acoger el proyecto. Al fin se decidió por París por su localización y facilidades para atraer visitantes.
Otro más que se puede contar, es que en este Eurodisney, se quiso tener una política de contratación distinta a la que se tuvo en los estadounidenses. Querían tener trabajadores fijos y de distintos orígenes europeos, pues querían darle un rasgo más internacional.
El gobierno francés presionó para que la mayoría de los puestos fuesen ocupados por franceses. Al fin Disney mantuvo en parte su política, pero puso como condición el conocimiento del francés. Para tener trabajadores preparados con las condiciones requeridas, establecieron la Disney University, donde prepararlos.
Desde su misma construcción la polémica no paró de atacar al proyecto. La compañía estadounidense debió capear muchos temporales, desde campesinos que bloqueaban carreteras a famosos periodistas e intelectuales, que veían en aquello una amenaza a la cultura francesa y un símbolo del imperialismo americano.
Aún con todo, el 12 de Abril de 1992, abrió sus puertas a más de medio millón de visitantes que acudieron a la inauguración. Eso sí, con nuevos conflictos que sortear que seguirían llegando.
El complejo de Disneyland París ocupa una superficie de 2.230 ha. Con dos parques temáticos, amplia zona comercial y hotelera, campo de golf y su propia estación de ferrocarril.
Al margen de cualquier crítica, lo cierto es que las atracciones y espectáculos que ofrece son únicos. Un lugar al que cualquier crío sueña con ir. Y no solo ellos, porque hablamos del mayor centro turístico de Europa, que acoge a más visitantes que la Torre Eiffel o el Louvre juntos.
Cierto es que no tiene qué ver con París, cierto que es un mundo completamente aparte; pero también que es uno de los grandes motivos que llevan a la capital francesa a millones de visitantes al año.
En realidad, muchos solo viajan a ella para acudir a este inmenso complejo destinado a traer los cuentos Disney a la realidad.
CIUDAD UNIVERSAL
París no necesita ser promocionada, se ha ganado ella sola su propia reputación a lo largo de la historia.
Moda, gastronomía, arte, ha dado tanto al mundo que es normal que el mundo se fije en ella.
Y por otro lado está ese espíritu tan propio y único. Su arquitectura característica, el mismo diseño urbano y la cantidad de bellísimos edificios que todo lo llenan.
Se ha ganado su fama de ciudad cultural, de ciudad del amor, de vibrante y audaz, pero también de protectora de la historia.
En una lista de las más importantes ciudades del mundo, París estará en sus primeros puestos. Y aún podríamos discutir si liderando la misma lista.
Por eso es un lugar que se vuelve obligatorio visitar, aunque solo sea una vez en la vida.