Llegaba nuestra primera Navidad con Eizan, nuestra primera Navidad en familia, y que mejor manera que buscar un destino y hacer un viajecito juntos para celebrarlo. Decidimos uno de los destinos mas típicos Europeos por estas fechas: Ámsterdam.
Pasamos la noche vieja y dimos la bienvenida a un año nuevo recorriendo la ciudad de los canales y haciendo una visita a uno de los pueblos mas típicos de la zona, Zaanse Schans.
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Sin pensarlo, estábamos ya subidos en el avión rumbo Ámsterdam. Vuelo cortito y tranquilo, Eizan ya va teniendo un máster en vuelos de avión, así que este, no nos dio tiempo ni a saborearlo jejej
Llegamos a última hora de la tarde y nos dirigimos directos a nuestro hotel. Normalmente solemos reservar hoteles tranquilos, un poco alejados del centro pero que tengan una buena conexión con transporte público.
El hotel era el Courtyard by Marriott Ámsterdam Arena Atlas. (Puedes reservar desde aquí) Se encontraba en la zona del Ámsterdam arena, bien comunicado en metro hasta el centro.
También reservamos este hotel puesto que tenía restaurante un tanto decente, y ya que la cena de nochevieja queríamos estar en un sitio donde cenar bien, decidimos reservar la cena de fin de año en el hotel, dado que al ir con el peque ,no queríamos nada ir buscando sitio de lado a lado esa noche.
Cenamos en un pequeño local de comida rápida cerca del hotel y nos fuimos a descansar.
El día amaneció con frío pero sin lluvia, buena noticia. Desayunamos, y montamos al metro con la idea de recorrer el centro y los principales atractivos turísticos de la ciudad.
Nos bajamos en la estación central. Un gran e imponente edificio que alberga la estación más importante de la ciudad y la primera parada del turista que se decide a conocer la ciudad.
En cuanto sales y andas unos pocos pasos, te encuentras con uno de sus numerosos canales junto con unas casitas típicas preciosas que emergen del agua. Una imagen muy bonita para el recuerdo, la cual te hace un avance de la ciudad.
Caminamos hasta la plaza Dam, la plaza más importante y con más ambiente de Ámsterdam. En ella hay edificios históricos y en su parte central un obelisco de 22m de altura que rinde homenaje a los soldados holandeses que murieron en la Segunda Guerra Mundial.
He de decir que está plaza nos decepcionó un poquito, además de que nos esperábamos un poco más adornada y con más ambiente navideño.
Continuamos haciendo lo que creo que es la esencia de Ámsterdam, recorrer y callejear por sus canales. Conocida como la Venecia del norte, tiene más de 100km de canales, 1000 puentes y más de 2000 casas flotantes. Sus 3 canales más famosos son: el Herengracht, el Prinsengracht y el Keizersgracht. Pasear por sus canales, cruzar sus puentes o tomarte algo en los bares de las orillas será uno de los mejores recuerdos que te lleves.
Tocaba comer. Encontramos un bar de de tapas españolas. Nunca habíamos comido fuera de España en un restaurante español, así que decidimos probar. Nos sentimos como en casa jejej
Con el estómago lleno pusimos marcha hacia el Rijksmuseum o Museo Nacional de Ámsterdam, es el museo más importante de Holanda.
Por el camino pasamos por el mercado de las flores. Un mercado muy famoso donde puedes encontrar todo tipo de variedades de flores.
Llegamos al Rijkmuseum. Este es un punto muy especial ya que se encuentran las letras de “ I Amsterdam” y el museo Van Gogh.
Esta zona nos gustó bastante, estaba muy animada, con un mercadillo navideño y una gran pista de hielo. Pasamos la tarde por allí tomando y cenando algo, para después regresar al hotel a dormir.
Nuevo día, y último día del año. Hoy habíamos planificado una visita a Zaanse Schans.
Zaanse Schans es una región al norte de holanda situada a unos 20km de Ámsterdam. Es conocido como el típico pueblo de los molinos.
En este pintoresco pueblo, se puede descubrir cómo se vivía en holanda durante los siglos XVII y XVIII, casas típicas, una granja lechera y quesería con productos artesanales, y su símbolo más representativo, los imponentes molinos de viento.
A priori todo pintaba genial, excepto que salió un día gris y lloviendo sin parar todo el rato… Pero bueno, ya sabemos que en esto de los viajes unas veces se tiene suerte con el tiempo y otras no.
Cogimos los paraguas y desde la estación que tal teníamos al lado del hotel hotel, montamos en el tren que llevaba hasta el pequeño pueblo.
Tardamos apenas 20 minutos en llegar. Salimos de la pequeña estación y diluviaba aún más… comenzamos una pequeña caminata en dirección a los molinos, pero enseguida decidimos buscar un bar donde resguardarnos y esperar que la lluvia se calmara no poco.
Era una especie de cervecería típica, un sitio muy acogedor donde pasamos un momento muy agradable. Uno de esos momentos que saboreas en los viajes en los lugares que menos te lo esperas pero siempre los recuerdas.
Aunque era pronto, las cervecita nos abrieron el apetito, y a al ver que ya habia gente comiendo, decidimos pedir y comer en ese lugar.
Parece que después de comer amaino un poco la lluvia, pero tenia pinta de no darnos mucha tregua. Salimos de la cervecería y fuimos corriendo a la zona de los molinos.
La estampa es preciosa, aunque el tiempo la estropeara un poquito mereció la pena. El lugar en primavera tiene que ser un espectáculo.
No estuvimos mucho tiempo por la zona, pero se puede entrar en los molinos, incluso en el mismo lugar, hay una pequeña granja con animales.
Dimos una pequeña vuelta por la zona, el pueblecito es muy bonito, con unas casitas bajas muy típicas preciosas.
Volvia a llover con fuerza, y para no seguir mojándonos mucho emprendimos de nuevo la marcha hacia la estación de tren y poner rumbo al hotel.
Hoy era noche vieja, muy muy especial al ser la primera juntos los tres. Cenábamos en el hotel, así que nos preparamos tranquilamente y bajamos a tomar un aperitivo antes de cenar.
La cena muy bien, el restaurante era de comida escandinava, y el menú estuvo exquisito.
Comenzamos el año tomándonos unas copas en el bar del hotel y prontito a dormir, Eizan no aguanto hasta las doce, y esto de ser padres ya no te permite recibir el año hasta altas horas de la madrugada jejeje.
Amanecimos en el año 2018, sin madrugar, sin prisa. Hoy nuestro vuelo salia por la tarde regreso a nuestro hogar.
Dedicaríamos el día a pasear tranquilamente la ciudad recorriendo y disfrutando nuevamente de sus canales, y conoceríamos uno de los sitio emblemáticos de Ámsterdam, La casa de Ana Frank.
Llegamos al centro y visitamos de nuevo el encanto de la Plaza Dam. Su entorno, y su gente la hacen única en la ciudad. Pasamos un mañana tranquila, recorriendo las calles y los canales, y encontramos un restaurante precioso, con unas vistas a un canal maravillosas.
Después de comer aprovechamos para hacer nuestra ultima actividad en Ámsterdam. Visitaríamos la casa de la famosa escritora Ana Frank. Esta niña de origen judío, plasmó en un diario como tuvo que esconderse de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Por desgracia, fue descubierta y deportada al campo de concentración. Después de fallecer, se hizo mundialmente famosa gracias a la estremecedora historia que contó en su diario personal.
Llegados a este punto, tuvimos bastante mala suerte, y es que la batería de la cámara de fotos se nos acabó, con la mala suerte de que habíamos olvidado los móviles en las maletas que las habíamos dejado guardadas en recepción del hotel, por lo que por desgracia no pudimos realizar ninguna foto dentro de la casa…
Probablemente, lo que mas impresiona de esta visita no es la casa en general, su escondites etc.. si no pensar en la aterradora historia que vivió Ana frank junto con otras 7 personas.
Una vez finalizada la visita, llegábamos al final de nuestra pequeña escapada a la capital de los Paises Bajos. Sin duda una ciudad para recorrerla, disfrutando de cada uno de sus flamantes canales, disfrutándolos poco a poco…
Nos íbamos contentos y felices, nuestra primera navidad juntos, un nuevo año y toda una vida por delante…