Nos trasladamos a Francia, nuestro país vecino, pero no nos alejamos mucho de nuestra frontera, y es que en el País Vasco Francés podemos encontrar una de las ciudades veraniegas de costa más bonitas del País Galo. Hablamos de la bella Biarritz.
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Introducción
Ponemos nuestros ojos más allá de las fronteras españolas. Aunque no mucho más allá.
A tan solo 40 km de San Sebastián nos sorprendemos con esta localidad francesa, poseedora de una de las combinaciones más eclécticas que podamos imaginar.
Lo que comenzó siendo un pequeño pueblo de pescadores en las costas cantábricas se convirtió, en el siglo XIX, en uno de los principales puntos turísticos franceses, atrayendo a la clase alta que no dudó en instalar allí mansiones de veraneo. Seducidos por sus bellísimos arenales y el conjunto de su entorno, se convertirá en ciudad-balneario, llenándose de magníficos edificios.
Y por esas mismas playas llegó en la década de los 50 desde los EE.UU. el surf, siendo Biarritz uno de los primeros lugares donde comenzó a practicarse en Europa. Algunos dicen que el primero.
Dejándonos hoy una ciudad que se ha ganado su apelativo de meca del surf, combinando elegantes mansiones, junto al pueblo tradicional. Una visita que llenará tu cámara de fotografías y tu mente de buenos recuerdos.
Aproximándonos
La manera más directa de llegar a Biarritz es en avión. El aeropuerto, que comparte con sus vecinas Anglet y Bayona, se encuentra a unos 5 km de la ciudad y tiene servicios de transporte que te llevarán en cuestión de minutos a tu destino.
Pero si eres de aquellos que prefiere el viaje en coche, disfrutarás de los magníficos paisajes de la gascuña francesa.
La región, tan próxima a la frontera con España, goza de una excelente red de carreteras. A lo que se suma el encontrarse entre la esbelta línea costera y la suave región pirenáica que se une a los montes vascos.
Siempre es recomendable dejar de tanto en tanto las autopistas, de modo que tengamos oportunidad de ver mejor el entorno y encontrarnos más cerca de la vida lugareña. Esto jamás será un tiempo perdido.
Atractivos
En el siglo XIX se popularizaron las ciudades-balneario, siendo Biarritz uno de sus mayores exponentes.
Fue la emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III, quien puso de moda la pequeña villa costera. Mandó edificar allí un suntuoso palacio de verano en primera línea de playa. Corría el año 1854.
Pronto se convirtió en el destino vacacional de la aristocracia y alta burguesía europea. Esto fue llenando la villa, hasta entonces un humilde pueblo de pescadores, de elegantes edificios que hoy le dan su bello aspecto.
Entre sus edificaciones más insignes se encuentra el mismo palacio antes mencionado, reconvertido en hotel; el Hôtel du Palais. Que debió ser reconstruido en 1903 tras un incendio y que ha acogido a distintas personalidades ilustres a través de su historia. Considerado uno de los mejores hoteles de Francia, podrás visitarlo aunque no estés alojado en él.
Si te acercas a ver el antiguo palacio de la emperatriz, no dejes de disfrutar de la Chapelle Imperiale, la hermosa capilla que mandó construir en sus jardines. Templo que sabe combinar elegancia y belleza, dentro de una fórmula humilde.
Hay tres templos que deben ser también incluidos en cualquier lista de lugares que ver en Biarritz. Uno es la Iglesia Ortodoxa, levantada para la nobleza rusa que allí veraneaba; otro es la magnífica Iglesia de Santa Eugenia, que de inmediato nos recuerda a las grandes catedrales góticas francesas. Por último la Iglesia de San Martín, original del siglo XII y restaurada en el siglo XVI. Mucho más humilde esta que sus hermanas.
La ciudad está llena de grandes mansiones y excelentes hoteles. Además de casinos, como el Casino Barrière o el Casino Bellevue; ambos a pie de playa y con una larga historia. Dentro de esta se incluye cuando el juego estuvo prohibido en España y Biarritz se convirtió en destino de muchos que querían visitar sus casinos.
Recorriendo sus calles, rodeados de pequeños edificios blancos o soberbias mansiones de más de un siglo; encontramos también el Musée Asiatica y su exposición de arte de la India, Nepal o Tibet.
O el impresionante Musée de la Mer que no puedes dejar de visitar; con su veintena de acuarios y la enorme variedad de fauna que nos permiten contemplar. Entre la que se incluyen enormes tiburones dentro de sus más de 150 especies catalogadas. La entrada ronda los 15 euros por adulto, pero se ofrecen diversas opciones de visita que reducen el precio. Lo más cómodo es adquirir la entrada por internet.
Tampoco podemos omitir el Museo del Chocolate, una visita que los buenos golosos no querrán perderse. Te acerca a la historia de la fabricación y los procesos del mismo, con un entretenido vídeo en castellano. Incluye visita y degustación final. El horario varía según temporada alta o baja, con un precio de 6 euros por adulto.
El Faro de Biarritz o la Roca de la Virgen, así como la Plaza Clemenceau y el Puerto de los Pescadores; son otros sitios que se añadir a cualquier ruta por Biarritz. Lugares ideales para agradables paseos.
Pero son las playas el principio de todo.
Fueron esas costas las que atrajeron a los pescadores que comenzaron a habitar la región. Las mismas que por la calidad de sus aguas yodadas y sus 6 km de fina arena, se convirtieron en un referente de la talasoterapia y los baños de salud en el siglo XIX y principios del XX. Y también las que presentaron el surf a los europeos, manteniéndose como la capital del surf en Europa aún a día de hoy.
La playa de Plage Miramar, entre el Faro y el Hôtel du Palais. La Grande Plage, la principal de Biarritz y a donde viajaban por sus beneficiosas aguas. La de Port Vieux, junto al viejo puerto. Y la Plage de la Côte des Basques y Plage Marbella, donde se concentra la comunidad surfera.
En estas mismas playas se celebra la Biarritz Quiksilver Maider Arosteguy, la competición de surf más antigua de Europa. Y en 2017 acogió los mundiales de surf.
Es el verano la mejor época para acercarse a Biarritz, para aprovechar sus soleados días y sus magníficas playas. Para que la luz dorada bañe sus nobles mansiones y humildes residencias, que conviven en un conjunto perfecto.
Conclusión
Este es un lugar de elegante belleza, que lleva sabiendo cuidar a sus visitantes desde hace más de un siglo, y no se deja olvidar con facilidad.
Hay ciudades en el mundo caóticas y llenas de dinamismo, otras que se han caracterizado por su grandeza y la muestran a través de famosos monumentos.
Biarritz, en cambio, se convirtió en una villa de tranquilidad. Más allá de lo que ofrece el turismo rural u otras localidades que se centran en ello por su pequeño tamaño. Aquí la tranquilidad es una fórmula, un resultado logrado mediante el entorno natural y el urbano.
Y así suman una serie de propuestas imposible de rechazar.
Agradable en todos los sentidos.